jueves, noviembre 08, 2012

Extracto: El Jinete de Bronce




Había sido Alexander quien había venido a ella, mientras ella estaba inmersa en su vida pequeña y solitaria, para enseñarle que era posible algo más grande que la vida. Alexander había sido quien había cruzado la calle para decirle: «Soy tuyo». Alexander era el elegido.
Tatiana lo miró mientras él esperaba paciente, seguro, íntegro y perfecto. El sol se filtraba por las vidrieras de la iglesia. Olió el débil olor del incienso de tiempos pasados. Dusia la había llevado a la iglesia de Lazarevo y todas las tardes, después de cenar, Tatiana había ido voluntariamente, dispuesta a rezar como Dusia le enseñaba, mientras se sentía atormentada por la aplastante tristeza y la duda.
Un verano en Luga, cuando Tatiana era niña, su amado deda, al verla deprimida e incapaz de encontrar su camino, le había dicho:
«Hazte estas tres preguntas, Tatiana Metanova, y sabrás quién eres.
Pregúntate: "¿En qué creo? ¿Qué espero conseguir", pero sobre todo, pregúntate: "¿A quién quiero?"».

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